jueves, 10 de junio de 2010

Anólalo pero no lo vayas a tragar


Todos hemos tenido, seguramente, una abuelita, tía u otro familiar que cuando llegábamos a visitarlo nos ofrecía una botana, a mi abuelita particularmente le gustaba tener siempre caramelos de miel en un frasquito, e invariablemente me ofrecía uno “para anolarlo un rato” como ella misma decía.


La palabra anolar la aprendí como se aprenden casi todas, por relación, porque aunque no sabía lo que significaba exactamente, sabía que tenía que ver con los caramelos, entre otros alimentos “anolables”, y que no debía de morderlos, masticarlos o chuparlos sino simplemente darles vueltas con la lengua.


Aunque muchos conozcan la definición exacta de la palabra yo la descubrí hasta hace poco, Francisco Javier Santamaría lo define en su Diccionario de Mejicanismos como una palabra del uso común en Yucatán que significa roer, revolver en la boca una cosa dura, chupándola , a su vez está definida por el diccionario de la RAE como roer o chupar.


Este vocablo que por su significado se presta para muchos juegos de doble sentido y albures es, como bien dice Santamaría, de uso común entre los yucatecos y si bien para las nuevas generaciones no es tan común, seguramente conocemos a alguien que utiliza esta palabra ya aceptada por la Real Academia Española.


La razón del por qué este verbo es más bien de uso común entre los yucatecos se debe a que anolar es la castellanización del verbo maya nohla, roer, y la terminación ar. No está del todo claro el origen de este verbo, pero una hipótesis de los estudiosos de la lengua afirma que existe la posibilidad de haber surgido de la onomatopeya del sonido que produce el choque de algo duro cuando se revuelve en la boca.


Sin embargo después de conocer ambas definiciones podemos observar que no son del todo correctas para explicar este verbo, pues lo anolado no es igual a lo roído ni a lo chupado, pues no se quita por partes con los dientes, y tampoco está parcialmente fuera de la boca.


Es por esto que parte de la maravilla de la palabra anolar es su exactitud, si no contáramos en nuestro repertorio con un verbo como éste, tendríamos que dar una explicación mucho más extensa cuando estuviéramos revolviendo con la lengua un caramelo dentro de nuestra boca sin sacarlo de ella hasta que se gaste.


Nos veríamos además en muchos aprietos de no contar con ella ya que hay alimentos que como bien sabemos los yucatecos, no pueden ser más que anolados, como lo son la melcocha, un hielo, las huayas, las pastillas de menta, un dulce de chamoy, el “melox”, una paleta cuando se le cae el palito…





Ana Cruces

6 comentarios:

  1. Qué de cosas!!!

    Pero es que así somos de especiales, que no?

    Para todo tenemos una respuesta, una acción así como lo que nos demuestra tu publicación, algo que no es morder, ni chupar, sino
    a no lar, disolver suave y lentamente entre la boca...

    La prescripción para la terra y tetra cuando nos enfermábamos de la panza o de la garganta era precisamente esa:

    -No la tragues, ni la mastiques, anólala, chamaca! - así decía mi madre y abuela...

    El problema se presentaba con el dulce de cocoyol, lo has probado?

    Porque para anolar el dulce de tan preciado fruto, se requería cumplir con ciertas características orales, o sea tener la chí, nohoch!

    Un abrazo cariñoso para esta ninia que empieza a andar los caminos del arte de la escritura con muy buenos y seguros pasos, te sigo!

    P.D. Perdón si abusé, pero tu texto funcionó como un disparador para mis recuerdos, y m comentario no lo fué tanto :)

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  2. jajaja, está genial que mi texto se haya prestado para traerte esos recuerdos, esa es la maravilla de la literatura (o lo que pretende serla): la evocación. Un abrazo de vuelta!

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  3. Hola Raúl, gracias, qué bien encontrarte por la blogósfera, me daré un rol por tu terruño... Saludos!

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