jueves, 21 de octubre de 2010

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Recientemente decidí aprender una nueva lengua e inscribirme a clases en un instituto especializado. Cuando lo he comentado a amigos y conocidos, su reacción me ha sorprendido en demasía. La pregunta más frecuente de estas personas fue: ¿para qué?
Al intentar contestar enmudecí, me di cuenta que realmente no había una razón concreta, justificable, una razón, pues, que no me hiciera quedar a los ojos de los demás como una persona "extraña", pues no tengo planes cercanos de viajar a la región de la lengua que he aprendido ( aunque me encantaría).

Al día siguiente de esta afronta un alumno me preguntó que cuál era el objeto de estudiar literatura y qué beneficio podría traerle a él que deseaba estudiar administración de empresas. Quise contestar que le serviría en el futuro, que sería parte de la vida diaria ( justo como me decía mi maestro de matemáticas cuando le preguntaba para qué me servirían los números cuando lo que quería era estudiar letras), pero me di cuenta que podría ,tristemente, resultar una mentira, pues aparentemente la literatura en la cotidianeidad no tiene lugar.

Estas dos preguntas bomba me hicieron reflexionar acerca de algo que estoy segura nunca antes había cruzado por mi mente: acerca del conocimiento y su adquisición. Mi burda conclusión es esta: El conocimiento es visto como una utilidad cuya adquisición si no genera ganancias o satisfacciones materiales es prácticamente (o totalmente) inútil, innecesario, incluso ridículo. La adquisición de nuevos conocimientos, entonces, no es vista como alimento, como afirmara Platón, ni siquiera como el postre. El conocimiento de la lengua y la literatura debería ser caramelo, más todavía.

La decisión de estudiar esta nueva lengua fue realmente un impulso, una decisión tomada el mismo día que comenzaban las clases ¿un arranque de locura? Me gusta seguir siendo estudiante, tal vez lo buscaba inconscientemente. Pero ¿cuál es la raíz de este deseo? ¿Por qué decidí estudiar letras y no algo más "útil"? Yo misma me pregunto todavía qué quiero ser cuando sea grande y no encuentro respuesta.

De repente recuerdo a todos esos amanuenses transcribiendo día y noche e imagino que son observados por muchos ojos a través del Aleph y todos se ríen y se burlan. De repente me siento sola, bien sola.

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