Porque el relato no puede empezar de otra manera, tengo que decir que los días de mi servicio social en cierta biblioteca del ayuntamiento, han sido probablemente los peores de mi vida. No sólo se vieron frustrados mis sueños de aprender biblioteconomía de manera amateur, momento que nunca llegó, sino que en cambio me hice experta en actividades que la verdad jamás imaginé realizar. Aprendí a hacer manualidades miles, rehiletes de fomi, flores de pascua de fomi, figurines de fomi, todo de fomi. Entre otra cosas aprendí, a punta de gritos por parte de mi encargada, a morderme la lengua casi hasta sangrar para poder negar los libros caros a los niños ya que a su decir, podían romper con sus pequeñas manitas destructoras. Como olvidar mi importante desempeño como recolectora de cadáveres de lagartijas. Me hice experta también en leer mientras escuchaba en el fondo la novela de las 5 ( y la de las 6, y la de las 7, y la de las...), porque si algo no podía faltar en la biblioteca era una no tan mini y no tan portátil televisión que inundaba con su ruido el breve santuario.
Probablemente lo más divertido era el momento de la limpieza de bodega, donde pasaba cuatro horas diarias entre las cosas más increíbles, hablar de todas ellas requeriría mucho más hoja de la que estoy dispuesta a dedicarle a mis quejas, entonces sólo apuntaré lo que más me maravilló y eso fue encontrar no uno sino muchos cuchillos, de distintos tamaños y formas. ¿Cuál era el uso de esos cuchillos? no pude aguantar la curiosidad y aunque las respuestas de mi jefa siempre eran extensas cavilaciones en voz alta y preguntarle algo significaba pasar varios minutos parada escuchándolas, decidí correr el riego porque lo valía ¿o no?, sin embargo la respuesta fueron dos hombros levantados y un "sepa". Un escalofrío recorrió mi cuerpo en ese momento ¿De verdad no lo sabía o no quería compartir su secreto? ¿Acaso eran para aquellos que se atrevieran a desobedecer el letrero de "guardar silencio"? ¿Empezaría a encontrar lenguas podridas en esa misma bodega? Tengo varías teorías pero la de las lenguas cortadas era la más fuerte. Preferible no averiguarlo.
Aunque esta situación me causó verdaderos conflictos internos durante un tiempo, hoy a tres meses de haber huido muy lejos y a toda velocidad de ese sitio sólo espero poder enterrar en mi memoria esos cuchillos, esas polvosas tardes de biblioteca, esas mesas solitarias y a esas tristísimas lagartijas.
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